Tras el triunfo de los sublevados el 19 de julio de 1936 en Zaragoza empieza la intervención de la sección femenina de Falange -creada el 1 de enero de 1936-, poco numerosa, por aquel entonces, aunque se incrementaría notablemente en pocos meses. Su labor, a partir del 22 de julio, consistió en cachear a mujeres y niños en busca de armas u otros elementos susceptibles de ser utilizados en contra de los rebeldes.
Este fenómeno también se repite en las "margaritas", la sección femenina del Requeté; en la sección femenina de Derecha Aragonesa -Renovación Española a nivel nacional- y en la sección femenina de Acción Ciudadana. En la práctica, todas ejercen las mismas actividades y todas ellas se esfuerzan para que se les reconozcan sus actividades; sin embargo, serán las falangistas las preferidas de la prensa y de la población.
La sección femenina de Falange intentan desmarcarse de las demás y, de momento, rompen el tipo de enfermera al uso, visten con el uniforme falangista y no de blanco, aunque con un brazalete blanco con una cruz roja y, cuando no hay enfermos que curar, se desplazan a los pueblos para hacer proselitismo, a sustituir el cuadro de la República por el crucifijo en ayuntamientos y escuelas e, incluso, a abrir iglesias. La Falange -y el propio José Antonio Primo de Rivera-, estaba orgullosa de "haber convertido a seres frívolos en mujeres sensatas y organizadas y, todo ello, sin haber perdido ni un ápice de su belleza y feminidad". Estas palabras, pronunciadas por el Director Regional Jesús Muro, se refuerzan con la frase, también pronunciada por él "vosotras estáis en el mundo para dar continuidad a la raza".
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