"Y a vos, alma de cántaro, ¿quién os ha encajado en el celebro que sois caballero andante y que vencéis gigantes y prendéis malandrines? Andad en hora buena, y en tal se os diga: volveos a vuestra casa, y criad vuestros hijos, si los tenéis, y curad de vuestra hacienda, y dejad de andar vagando por el mundo, papando viento y dando que reír a cuantos os conocen y no conocen. ¿En dónde, nora tal, habéis vos hallado que hubo ni hay ahora caballeros andantes? ¿Dónde hay gigantes en España, o malandrines en la Mancha, ni Dulcineas encantadas, ni toda la caterva de las simplicidades que de vos se cuentan?
A lo que Don Quijote, "con semblante airado y alborotado rostro y temblando de los pies a la cabeza como azogado, con presurosa y turbada lengua" le replicó con un discurso tan demoledor que hicieron que el cura, ante la defensa de Sancho y del duque, opta por largarse ante las razones que exponen y se despide diciendo:
-"Por el hábito que tengo, que estoy por decir que es tan sandio Vuestra Excelencia como estos pecadores. ¡Mirad si no han de ser ellos locos, pues los cuerdos canonizan sus locuras! Quédese Vuestra Excelencia con ellos; que, en tanto que estuvieren en casa, me estaré yo en la mía, y me escusaré de reprehender lo que no puedo remediar".
Previamente, el duque le había ofrecido a Sancho la gobernancia de una ínsula que él tenía en el río Ebro.
Una vez se hubo ido el eclesiástico, Don Quijote suelta una perorata sobre ofensas y defensas, agravios y desagravios, afrentas y sobre quiénes pueden ofender o no, concluyendo que niños, mujeres y "los constituidos en la sacra religión" no ofenden ni afrentan.
Si queréis saber cómo continúa el capítulo:
http://spanisharts.com/books/quijote/2capitulo32.htm
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