Un proyecto ambicioso de la incipiente 2ª República fue la
Reforma Agraria. Ahora no van a ser los eclesiásticos los adversarios, sino los
terratenientes. Con gran dificultad y habiendo fracasado la intentona golpista
de Sanjurjo, las Cortes aprobaron las
expropiaciones forzosas de fincas de las grandes zonas latifundistas andaluzas,
extremeñas, castellanas del sur y salmantinas, además de otras fincas que fueron
adquiridas mediante indemnizaciones. En principio, unos 70.000 campesinos se
iban a beneficiar de estas medidas; sin embargo, en los dos años que duró, solo
unos 20.000 pudieron establecerse en las tierras, lo que ocasionó la
radicalización de muchos de ellos que fueron captados por la CNT –recuérdense
los sucesos de Casas Viejas- y el hostigamiento continuo de medianos y grandes
propietarios.
La Academia General Militar de Zaragoza se disolvió mediante un Decreto siendo Ministro de la Guerra Manuel Azaña y Franco, Director General.
La Reforma Militar fue otro caballo de batalla. Pese a los
esfuerzos de Azaña de mejorar el ejército con la reducción del nº de oficiales,
el sometimiento al poder civil y la tecnificación, muchos militares juraron con
la boca pequeña fidelidad a la República, como se evidenció, desgraciadamente,
años más tarde, y los escasos recursos
financieros para modernizar humana y materialmente al nuevo Ejército republicano
hicieron fracasar los objetivos azañistas.
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