El diputado socialista asturiano Teodomiro Menéndez se fotografía con mineros asturianos antes de la revolución. Se cree que, además de los cheques para pagar a los trabajadores, traía las órdenes pertinentes para iniciar la huelga general, no se sabe si revolucionaria.
En octubre de 1934 se va a producir uno de los hechos más
transcendentales antes del comienzo de la Guerra Civil: La revolución social de
Asturias, considerada por algunos como una verdadera contienda civil. La crisis minera, cada vez más agudizada, fue la impulsora de la
unión de socialistas, ugetistas, anarquistas y, más tarde, los comunistas, en la llamada UHP (Unión de Hermanos Proletarios). Se
instauraron las doctrinas revolucionarias -abolición de la moneda y de la propiedad privada, control de la producción y abastecimientos, formación de un ejército proletario- en las cuencas mineras, en Gijón y en Avilés;
sometiendo a un cerco total a Oviedo, ciudad que quedó, prácticamente devastada-. El Gobierno de Lerroux decretó el estado de guerra y aceptó las estrategias de Franco y Godet para que el ejército norteafricano (regulares y legionarios), la guardia Civil, el crucero Almirante Cervera, el acorazado Jaime I y la aviación reprimieran a los revolucionarios. Hubo más de 1000 muertos, más de 3000 heridos y
unos 30.000 detenidos.
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