Un asunto digno de mencionar en el denominado segundo bienio
o “bienio negro”, y que tuvo nefastas consecuencias para la II República, fue
el escándalo de las ruletas eléctricas marca “Straperlo” que se instalaron, primero, en
el Gran Kursall de San Sebastián y después, en el hotel Formentor de Mallorca. Los
judíos holandeses Daniel Strauss, Joachim Perlowitz y Freda Lowann, esposa del
primero, fueron los promotores de estos sofisticados artilugios, consiguiendo
introducirlos en España a base de sobornos con relojes de oro y otras prebendas
a ciertas “autoridades” del Partido Radical –incluido Aurelio, sobrino e hijo
adoptivo de Alejandro Lerroux-. El nombre de las ruletas provenía de las
iniciales de sus apellidos en cantidad
proporcional a la participación en la empresa (otras versiones afirman que el
término procede solamente de los apellidos de los hombres). El fraude consistía
en que la ruleta, que constaba de 13 números, se paraba apretando un botón y la
banca ganaba siempre que quería. Enseguida, fue prohibida su práctica y la policía decomisó
las ruletas.
Strauss pidió una compensación a Lerroux por lo entregado a la
gente de su órbita, pero éste se negó. El holandés decidió acudir al entonces Presidente de la República Niceto Alcalá Zamora, y éste, que le tenía ganas a Lerroux,
destapó el percal en octubre de 1935 y la CEDA , aliada del Partido Republicano
Radical, se desmarcó del pacto. Esto, unido al escándalo Nombela, supuso el fin del PRR y del bienio
conservador y Niceto convocó elecciones para febrero de 1936 que serían ganadas por el Frente Popular.
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