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Las inundaciones y tormentas destruían con facilidad las endebles casas de adobe de poblados como los de Jarmo y todos los desperdicios eran arrojados a las calles o callejuelas que se iban acumulando y formando capas conforme eran pisados por hombres y animales dando lugar a diferentes estratos que, con el tiempo, fueron creciendo y elevándose, lo que supondrían, a la larga, un gran baluarte defensivo. A este tipo de montículos se lse denominó con la palabra árabe de tell. Uno de ellos, Tell Hassuna, a unos 100 km al oeste de nuestro mencionado poblado, se descubrió a mediados de los años 40 del siglo pasado y se dató en el período Hassuna-Samarra, entre el 5000 y el 4500 a.C. En este yacimiento se encontró cerámica de mayor calidad, calles empedradas y casas de ladrillos, lo que da una idea de una cultura mucho más avanzada. Por otra parte, la técnica de dominar el agua fue perfeccionándose y el hombre se las ingenió para cultivar, no solo en las orillas de los ríos, sino que también construyó pequeños y complejos canales para irrigar los campos más alejados de las orillas. Primero empezó en las zonas del Éufrates superior, de aguas menos turbulentas que las del Tigris y progresó hacia el Éufrates inferior sobre el 4000 a.C. y allí, surgieron las ciudades más importantes. Algunas de ellas contaban, a veces, con más de 10.000 habitantes. Estas aglomeraciones ya no podían gobernarse mediante un sistema tribal y las personas que vivían en ellas se necesitaban mutuamente para sobrevivir, y mantener la paz y, por supuesto, un líder que fortaleciera esa unión. Se formaron las ciudades-estado y al frente de ellas se estableció un rey. Empezaron a plantearse algunas razones del porqué de inundaciones y sequías y determinaron que era algo sobrenatural; es decir, que eran asuntos de seres superiores a los que denominaron dioses, algo caprichosos, pero al fin y al cabo, dioses,
que debían ser apaciguados y alimentados -sacrificios de animales-. Surgió, entonces, un "cuerpo" sacerdotal encargado de ello que llegó a ser tan poderoso que hasta los propios reyes pertenecían a él y el templo era el centro en el que giraba toda la estructura administrativa y organizativa de la ciudad.
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