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martes, 14 de noviembre de 2017

LA OPINIÓN DE IÑAKI

Puigdemont le dijo ayer el periódico belga Le Soir que la independencia no era la única salida. Que él siempre había trabajado para encontrar una fórmula de entendimiento que superara el statu quo pero que no tenía necesariamente que desembocar en la ruptura. No aclaró cuándo dejó de creer en esa posibilidad. Porque, al menos, desde la hoja de ruta de marzo de 2015 su compromiso, señalado paso por paso y expresado públicamente en decenas de ocasiones, consistía en dejar a Cataluña en la puerta de la independencia.
Yo siempre pensé, y lo dije repetidamente, que el soberanismo representaba una fuerza demasiado potente como para ser desatendida, pero no tan potente como para alcanzar la independencia. Y me parecía inexplicable que la política no fuera capaz de encontrar -e irresponsable, por ni siquiera intentarlo- alguna fórmula de entendimiento renovado.
Ahora las cosas han llegado demasiado lejos. El 21 de diciembre está planteado como una batalla total entre posiciones irreconciliables. Solo un resultado sin vencedor claro podría abrir otras posibilidades. Pero, atención, porque si llega ese caso la relación ya estará afectada profundamente por el procés y la revisión del statu quo podría haber cambiado de sentido.
En la última semana tres ministros del Gobierno español en tres foros diferentes han dicho que tal vez ha llegado el momento de acotar o recuperar algunas competencias. El procés como razón o como excusa para la regresión autonómica. Atención, digo, a este viento que viene soplando fuerte.

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