REVUELTAS ARAGONESAS DE 1591


Muchas personas conocen los episodios de Antonio Pérez, secretario de Felipe II (I de Aragón), relacionados con un asesinato (1578), su encarcelamiento en prisiones castellanas, su huída a Aragón, su refugio -según Lasarte- en El Castilluelo de Urrea, recientemente desaparecido, su acogida al Privilegio de Manifestación, sus traslados a las diferentes cárceles y a la Aljafería, su condena por hereje para quitarle tales privilegios, su escapada a Francia e Inglaterra y su posterior conspiración en ambas contra España y su total olvido tras la paz de Vervins (1598) entre España y Francia. También quizá sepáis que, tras  uno de esos traslados a las cárceles aragonesas -de la de los Manifestados a la de la Inquisición- murió a manos de los amotinados que luchaban por los fueros el Marqués de Almenara, nada más y nada menos que el encargado de la conducción D. Íñigo Hurtado de Mendoza y de la Cerda, de familia noble y emparentado con  la princesa de Éboli, al que el rey había querido nombrar virrey de Aragón, pero los aragoneses se negaron por no ser nacido allí. Sin embargo, Felipe, urdiendo una estratagema, nombró virrey al obispo de Teruel y a Íñigo, su asesor y así, logró colocarlo en un cargo de relevancia para conseguir sus intereses. Los partidarios de Pérez le hicieron al marqués, como se dice ahora, un escrache en su casa y, al negarse a salir tuvo que intervenir el Justicia Juan de Lanuza que le propuso huir por una ventana a la casa continua, pero él se negó y, por fin decidió salir desarmado, según exigencias de los amotinados, tanto él, como sus criados, lo que aprovechó la turba para herirlo, muriendo al día siguiente. Estos hechos ocurrieron, al parecer, tal día como hoy de 1591. Solo unos meses le quedaban a Lanuza y otros nobles para tener la cabeza sobre sus hombros.

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