"LA ARTILLERA"

El 2 de julio de 1808 Zaragoza resistía el asedio de las tropas francesas. En una de las puertas de la ciudad, la conocida como del Portillo, una joven de no más de veinte años cogía un botafuego y, por encima de los soldados caídos, encendía la mecha de un cañón. El disparo obligaba a los franceses a batirse en retirada. Agustina de Aragón, con este valiente gesto, se convirtió en un mito. Como ella, muchas otras mujeres lucharon con valentía en la guerra de la Independencia española.

El 25 de mayo de 1808, las autoridades zaragozanas defensoras de la nueva dinastía encabezada por José I fueron depuestas. El general José de Rebolledo Palafox tomaba entonces el gobierno y el control de la ciudad. La rebelión de Zaragoza llevó pronto a los ejércitos franceses a sitiar la ciudad. Para entonces, Agustina ya se había instalado con su hermana -Agustina había nacido en Barcelona, aunque sus padres eran de origen leridano. Al empezar la guerra, su marido que era un militar de baja graduación, fue movilizado y Agustina s trasladó a Zaragoza con él y con el hijo de ambos-.

A pesar de que, a priori, la situación geográfica de la ciudad y el número de contingentes franceses hacían de Zaragoza un sitio relativamente fácil para el enemigo, las tropas napoleónicas se encontraron delante a una población dispuesta a luchar con lo que fuera y como fuera. Entre los ciudadanos, numerosas mujeres se mostraron dispuestas a colaborar en la defensa de la plaza, suministrando municiones, agua y alimentos o luchando con el enemigo. 

Agustina, tras la acción mencionada arriba, entró a formar parte del cuerpo de artilleros y siguió combatiendo como un soldado más.

Su vida posterior, muerte y traslado del cadáver, merecen otro capítulo. 

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