No me voy a extender en los orígenes de esta institución de todos conocida, ni de que fue, realmente Fernando II, el artífice se su establecimiento definitivo en 1483, ni que Fernando delegó en Torquemada, nombrándole gran inquisidor general en 1484, y que también, Pedro Arbués, que fue asesinado en La Seo por judíos conversos y que tuvo como consecuencia «Nueve ejecutados, en persona, aparte de dos suicidios, trece quemados en estatua y cuatro castigados por complicidad». Los autos se celebraban casi siempre en La Seo (dentro, o a la puerta, o en la plaza) o en Nuestra Señora del Portillo; pero consta de algunos en «el patio de la casa del Arzobispo» o en el hospital. Eran, en definitiva, como todos, una exteriorización ceremoniosa de la creencia colectiva, una reafirmación pública de la fe y una declaración oficial de culpabilidad. Los condenados a hoguera (vivos los recalcitrantes, siempre pocos; previamente sofocados a garrote los arrepentidos de última hora) eran «quemados fuera de la puerta quemada». El quemadero o brasero, lo mismo que la picota, estaba en la plaza del mercado.
La sede del Tribunal fue habitualmente la Aljafería desde el 12-I-1486, y en ocasiones de paso de Fernando por Zaragoza y alojamiento suyo en ella, el palacio arzobispal: no le placía al rey el asentamiento de la Inquisición en la vieja fortaleza, y así se lo manifestó en cartas de 1511 y 1515 ordenándoles alquilaran casas de la ciudad; pero allí se quedó. Varios documentos hablan de pleitos con la ciudad por la pretensión de eximir de impuestos las tiendas allí establecidas con el pretexto de que vendían a los inquisidores y sus funcionarios.
La pobreza del tribunal aragonés fue siempre proverbial, en parte por la excesiva liberalidad de Fernando en los primeros tiempos con el destino de las numerosas confiscaciones de ricos judeo-conversos; luego, por la pobreza de los moriscos; después, por el número relativamente escaso de procesos prometedores. Más de una vez hubo de ser ayudado por otros Tribunales. Además, muchas iglesias fueron construidas o arregladas en Aragón con fondos inquisitoriales: San Juan de Calatayud recibió, desde 1491, 500 sueldos anuales; el convento de jerónimos -hoy desaparecido- de Santa Engracia, 13.000, en 1495, para comprar huertas, 10.000 en 1498, y además cada año 6.000 para el sustento de los frailes, pronto suspendidos por falta de fondos. En 1557, la Suprema permite derivar los provenientes de multas penitenciales para sufragar gastos de obras en la Aljafería. Por fin, en 1708, el Tribunal hubo de trasladarse, por no poder hacer frente a ellas, a otra residencia: la hoy llamada «Casa del Canal», en la plaza de Santa Cruz.
(En la image, grabado de Goya de u"una mujer dirigiéndose a la hoguera por haber nacido en otra parte").
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