Entrada al cuartel
La llegada a Jerez se produjo en el mes de septiembre, a
finales y ya os expliqué el motivo de haber elegido Jerez y haberme inclinado
por Ingenieros y, más concretamente, por la compañía de radio, en la Brigada
XXII, popularmente conocida como el cuartel de “El Tempul”, por denominarse así
esa zona –dentro del barrio de Santiago- y por estar el zoobiológico, al que también se llamaba así, pared con
pared. En realidad el nombre viene de los depósitos de agua provenientes del
valle del Tempe (o Tempul), en la localidad de Algar y donde estaban ubicadas
los manantiales que proveían a la ciudad de agua potable a través de un
acueducto. El cuartel era pequeño y en él estaba nuestro batallón, formado por
dos compañías: radio, abajo y telefonía, arriba, en el mismo edificio. Los
primeros meses los pasamos haciendo instrucción, recibiendo clases, limpiando y
fregando y yendo a la cantina. Como ya os conté, a mí me destinaron por la
tarde a dar clase a los soldados analfabetos que haberlos, había. Muchos eran
de las sierras malagueñas y se habían pasado toda su vida cuidando cabras y
tirando piedras con honda. Algunos eran más espabilados que otros y aprendieron
a leer rápidamente –eran más bien analfabetos funcionales- y alguno llegó a
sacarse el carnet de conducir. También os comenté que en el siguiente
reemplazo, en cuanto llegó un recluta maestro, yo le encasqueté el trabajo a él
aduciendo al teniente que estaba preparando las oposiciones y que había
conseguido el pernocta diario-, algo que era realidad.
Patio central del cuartel
Cuando conseguí el
pernocta, me alojé en Vallesequillo, un barrio obrero en el que estaban
establecidos la mayoría de los maños que se había desplazado desde la provincia
de Zaragoza cuando cerraron las azucareras, sobre todo la de Épila y Terrer. La
familia Fau me acogió como a un hijo y también, los vecinos de Épila que vivían
en el bloque. Todas las mañanas cogía el autobús que me dejaba en la Plaza
Esteve y, desde allí, tenía que darme una caminata pasando por la plaza de
Plateros, calle Francos y la subida hasta el cuartel. La vuelta era la misma,
pero yo en aquella época estaba en plena forma y pesaba 20 kg. menos que ahora.
Jerez tiene microclima especial que hace que por el invierno haga más frío de
lo normal y para el verano, se asen los pájaros. Imaginaos lo que yo pasaba en
invierno a esas horas de la mañana vestido de “romano” con un tres cuartos que
no abrigaba nada. ¿Y en verano con el cuello abrochado? En fin, batallitas.
Continuará.
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