La heroica ciudad de Zaragoza capituló ante los franceses tras el 2º y definitivo sitio. El pueblo zaragozano, que lo había dado todo por defenderla, fue el más perjudicado, pues se estima que más de 53.000 murieron por los bombardeos y balas enemigas y, sobre todo, por la epidemia de tifus exantemático.
Los zaragozanos, que habían resistido en el primer sitio hasta el 13 de agosto, vieron como los franceses, tras la batalla de Bailén, se retiraban del cerco, aunque antes, destruyeron el monasterio de Santa Engracia.
La alegría zaragozana duraría poco. A finales de 1808 la situación general había cambiado notablemente: los principales ejércitos españoles se encontraban rotos y dispersos. Ninguno de ellos estaría en disposición de ayudar a la ciudad y ésta tendría que valerse por sus propios medios en caso de un nuevo ataque.
El 30 de noviembre se presentaron de nuevo ante Zaragoza dos cuerpos del ejército francés dispuestos a iniciar el cerco de la plaza, pero viendo que sus fuerzas no eran suficientes para el asedio, debido al nuevo sistema de defensa ideado pos Sangenís tras la experiencia del primer sitio, se retiraron a Alagón a esperar refuerzos. El 15 de diciembre llegó a Alagón un nuevo cuerpo de ejército, poniéndose en movimiento las fuerzas conjuntas y llegando a la vista de Zaragoza la tarde del día 20. A las 8 de la mañana del día 21, la artillería francesa comenzaría a batir los reductos zaragozanos: era el comienzo de un largo sitio que habría de prolongarse hasta el 20 de febrero.
Previamente, Palafox, enfermo, había dejado el gobierno de la ciudad a una Junta formada por 34 personas de relevancia que optaron por la rendición, aunque no por la totalidad de los componentes, Ric, entre ellos, aunque él sería el que negoció la capitulación que recogía una serie de puntos y que los franceses se pasaron por el forro una vez firmada la rendición. Los ciudadanos fueron maltratados, saqueadas sus casas e, incluso, mataron a Sas y Boggiero en el puente de Piedra y luego los arrojaron al Ebro. Palafox, cuando se recuperó de la enfermedad fue trasladado prisionero a Vincenne.
Pero, ¿qué motivó a los zaragozanos a defender con tanto ardor la ciudad? Sin duda, el clero tuvo bastante que ver (Sas y Boggiero eran asesores de Palafox, al igual que el influyente padre Consolación). Los zaragozanos encuentran su fuente de energía en la Virgen del Pilar pero nada se cuenta de otras posibles motivaciones: por ejemplo, ¿cuáles eran los movimientos de los liberales? ¿Sólo el sentimiento antinapoleónico y religioso movió a los zaragozanos a la lucha?
Tampoco Palafox sale bien parado militarmente hablando. Su falta de decisión fue clave en algunos momentos del sitio. Si hubiese iniciado alguna incursión, podría haber provisto de víveres a los hambrientos combatientes y quizá la epidemia hubiese sido menor.
Estas y otras cuestiones, todavía sin aclarar, han contribuido al mito heroico de los Sitios.
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