Tomemos una hoja de un periódico; mejor uno de hojas grandes. Doblemos la hoja por la mitad y otra vez por la mitad y otra vez y otra y otra… Muy pronto veríamos que la realidad se ve superada por el deseo, pues el grosor no permite continuar.
Si lo hiciéramos con una hoja de papel de seda, seguro que llegaríamos más lejos.
Lleguemos, pues, más lejos e imaginemos que esa hoja es virtual, de superficie inmensa y cuyo grosor es de una milésima de centímetro, es decir, 0,001 cm.
Con el primer doble tendremos un grosor de 0,002 cm; con el segundo 0,004 cm; con el tercero 0,008 cm; con el cuarto 0,016 cm, etc.
Con el primer doble tendremos un grosor de 0,002 cm; con el segundo 0,004 cm; con el tercero 0,008 cm; con el cuarto 0,016 cm, etc.
Si hacemos 10 dobles tendríamos 2(10) –dos elevado a diez hojas– cuyo valor es de 1024 hojas con un grosor total de 1024 x 0,001 que es un poquito más de un centímetro.
He aquí la pregunta: Si hiciéramos 50 dobleces (recordemos que la hoja es virtual), ¿se anima el lector a hacer una estimación del grosor final y compararlo después con el valor real que aparece en la solución?
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