Su cierre en 1969 supuso un fuerte descenso demográfico al
quedar deshabitado el poblado de viviendas junto a ella y al ser trasladados
muchos trabajadores a las fábricas de Jerez de la Frontera y otras pequeñas
localidades gaditanas como Jédula, por ejemplo, y una fuerte crisis socio
económica para Épila. Los más de 6.000 habitantes
que tenía la villa en su época de esplendor, se redujeron hasta los aproximadamente
4.500 habitantes. Además de producir un efecto rebote en las demás empresas
crecidas al amparo de esta azucarera, desapareciendo las destilerías, la
alcoholera, el tejar, la confección, la gran bodega que cargaba las botellas en
el tren, por su proximidad a las vías y que disponía de un apeadero de carga
propio o las minas. Los trabajadores que se desplazaron al sur no solo
procedían de Épila y Lumpiaque, también lo fueron de Alagón, Luceni, Terrer...
pues sus azucareras fueron cerradas una tras otra.. En Jerez vivieron -y
todavía viven- trabajadores de las
azucareras y algunos de sus descendientes, la mayoría en el barrio de
Vallesequillo. También había casas de azucareros junto a la fábrica de El
Portal y de Guadalcacín, así como en Jédula, a unos 12 km., entre Jerez y Arcos
de la Frontera.
Antigua azucarera de El Portal, ahora nido de decenas de cigüeñas
Yo conviví con ellos durante la mili, pues me alojaba en
casa de la familia Fau, de Lumpiaque. Pero, conocí a muchos de Épila y otras
partes. Algunos se volvieron a sus pueblos de origen y, para el verano o alguna
fiesta, suelen subir a sus lugares de nacimiento.
La fábrica, al no ser declarada Bien de Interés Cultural (B.I.C.), se
desmantelaron las máquinas y se dejó a su aire el edificio, propiedad de la
empresa Ebro-Puleva, que fue derruido en parte, para construir en su solar
viviendas. El barrio que se creó a su amparo disponía de agua corriente, un
lujo en aquellos tiempos y de piscinas dentro del recinto de la fábrica, así
como instalaciones deportivas para los empleados y familiares.
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