LIBERALISMO


Varias  ideologías nacidas en el siglo XIX,  como el nacionalismo y el liberalismo,  han permanecido intactas en el tiempo presente. Los que se autoproclaman pertenecientes a esta grey lo son de manera muy suyos, cuando. A ellos nadie les dice cuánto vino deben beber, aunque conduzcan a continuación, ni a qué hora es obligatorio regresar a sus casas, ni el dinero con el que tienen que participar vía impuestos a la vida comunitaria, ni dónde han de desplazarse ni cuándo… Son libres, rabiosamente celosos de su individualidad y poco -o nada-- adaptados para la vida en común. En realidad, crean una sociedad paralela con sus clubs privados, sus sociedades exclusivas, sus centros particulares tanto médicos como docentes, sus urbanizaciones cerradas con guardias de seguridad. Contra semejante in-dependencia, no existe “cientocincuentaycinco” que pueda con ellos, eximidos como están de cualquier control comunal y político, ajenos a cualquier pacto social.

No es que estos llamados liberales detesten al Estado: es que lo quieren
ocupar en su beneficio. El triste asunto de la corrupción en España en las últimas décadas lo demuestra. Por eso, cuando deben administrar o gestionar una pandemia como la actual se muestran reticentes a la aplicación de mecanismos públicos de control. 

Que la única finalidad por la cual el poder puede, con pleno derecho, ser ejercido sobre un miembro de una comunidad civilizada contra su voluntad, es evitar que perjudique a los demás. Su propio bien, físico o moral, no es justificación suficiente.

Así que, a mí si me  importa "lo que yo haga o diga", como dice la canción.

(Este artículo es una síntesis que he realizado de uno más amplio de Carlos Mas).

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