ORIGEN DE LAS PENSIONES EN ESPAÑA



La piedra fundacional del sistema español de pensiones comenzó en 1908 cuando se creó el Instituto Nacional de Previsión (I.N.P.) para financiar el retiro -no obligatorio- de los trabajadores. La situación cambió en 1919 con el Retiro Obrero. Cada trabajador abonaba diez céntimos al mes. El Estado ponía una peseta, y los patronos, tres pesetas mensuales. Si el trabajador había cotizado durante 20 años, al cumplir 65 años devengaría una pensión de una peseta al día, es decir, 365 pesetas al año.

Todo eso era gestionado por bancos y cajas de ahorro pero a finales de la Guerra Civil, gran parte de esos ahorros se lo había fulminado la inflación. Entonces, en 1939 Franco aprobó un nuevo sistema de pensiones que se llamó Subsidio de Vejez. Cada trabajador que se jubilase a partir de aquel año, recibiría una pensión vitalicia que sería pagada por los trabajadores que aún estaban en activo. Con ello, se obtenían fondos inmediatos para los jubilados, y se resolvía un problema de caja. Se llamó Sistema de reparto.

Con este sistema, desde el primer mes se estaban pagando pensiones. Por decirlo llanamente, los jóvenes pagaban las pensiones de los ancianos. Pero era un sistema incompleto porque solo protegía a los que ganaban menos dinero (para acceder había que ganar menos de 6.000 pesetas al año), y no abarcaba todos los sectores. Fue en los años sesenta cuando se mejoró el sistema como se conoce hoy: la ley de bases de la Seguridad Social.

Abarcaba a casi todos los trabajadores por cuenta ajena, y a los que trabajaban por cuenta propia (autónomos), así como a los socios de cooperativas, estudiantes, servidores domésticos, funcionarios, militares, y seglares y civiles en instituciones eclesiásticas. Eran además años en los que explotaron las familias numerosas en España, razón por la cual el sistema no tenía un problema de tesorería.

A mediados de los ochenta se detectó que el sistema podría fallar. La caída de la natalidad y el envejecimiento de la población significaban que, en un momento u otro, no habría jóvenes suficientes para pagar las pensiones de los ancianos. A mediados de los noventa, todas las fuerzas de este país, desde partidos políticos hasta sindicatos y empresarios, pactaron modificar paulatinamente el sistema de pensiones para que fuera sostenible en el tiempo. Se llamó el Pacto de Toledo.

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