CARTA ABIERTA A ISABEL DÍAZ AYUSO
Presidenta,
He escuchado sus palabras. Las he escuchado varias veces, para comprobar si había algún matiz, algún rastro de humanidad, algún vestigio de responsabilidad institucional.
No lo hay.
Y por eso escribo esta carta. No para convencerla, porque usted está demasiado cómoda en su papel. La escribo para que conste. Para que nadie pueda fingir después que no sabía lo que usted estaba diciendo. Para que nadie diga dentro de unos años que exagerábamos.
Usted afirmó que las personas migrantes están aquí para “limpiar casas, recoger cosechas y poner ladrillos”.
Usted.
La presidenta de una comunidad de siete millones de personas.
Lo dijo con la tranquilidad de quien se sabe impune. Como si estuviera describiendo el inventario de una empresa y no la vida de miles de seres humanos que sostienen Madrid mientras usted posa para las cámaras.
Su discurso es simple: unos valen y otros sirven.
Usted pertenece al primer grupo.
Los demás, al segundo.
Lo que quizá no le han dicho sus asesores a través del pinganillo (o quizá sí, porque para ellos esto es cálculo político, no un problema moral) es que lo que usted hizo ese día fue reproducir un esquema colonial muy antiguo:
personas que llegan de fuera reducidas a fuerza de trabajo, nunca a ciudadanía.
Cuerpos útiles, no sujetos con derechos.
Presencias necesarias, pero siempre subordinadas.
Eso no es “gestión migratoria”.
Eso es neocolonialismo doméstico.
Usted finge una distancia con Vox, pero es lo mismo que ellos. Si no peor.
Ellos dicen “escoria invasora”.
Usted dice “mano de obra necesaria”.
Cambia el tono. No cambia la lógica.
Lo que para Vox es basura, para usted es herramienta.
No hay diferencia moral entre expulsar y explotar cuando el resultado es el mismo: deshumanizar.
Y mientras tanto, siguen sin aparecer las 25.000 viviendas públicas que prometió en 2019, mientras la falta de las mismas se está usando como arma arrojadiza para cargar contra los migrantes.
En vez de ladrillos, hay excusas.
En vez de proyectos, hay propaganda.
En vez de responsabilidad, hay fuga hacia adelante.
Siempre fuga hacia delante.
Usted culpa a la inmigración, al socialismo, a Sánchez, al clima, a quien sea...
Pero jamás a su gestión.
La culpa nunca cae hacia arriba.
La desigualdad, sí.
Dice que “alguien tendrá que limpiar”.
Pero no dice que las personas que limpian también tienen derecho a vivir sin miedo, a tener un salario digno, una casa estable y una vida que no dependa de su beneplácito.
Presidenta, ni usted ni yo ni nadie elige dónde nace.
Pero algunas personas sí eligen qué tipo de sociedad construyen desde el poder.
Y usted ha elegido una donde la dignidad no es un derecho universal, sino un privilegio condicionado por la utilidad económica.
Usted gobierna como si la democracia fuese suya.
Como si los derechos fueran un trámite.
Como si las vidas ajenas le pertenecieran.
No es así.
Gobernar no es administrar mano de obra.
Gobernar es proteger ciudadanos.
Todos.
No solo los que votan.
No solo los que consumen.
No solo los que le parecen "útiles".
No solo los que se parecen a usted.
Su discurso no es una anécdota.
Es un síntoma.
Y también es una advertencia.
Porque cuando un gobierno empieza a hablar de las personas como usted habla de las personas migrantes, lo siguiente siempre es peor. La historia lo ha demostrado demasiadas veces.
Esta carta no busca reconciliación.
Busca claridad.
Usted no está defendiendo a Madrid.
Usted está defendiendo un modelo donde las desigualdades se naturalizan, se reparten y se justifican.
Un modelo donde la explotación es invisible.
Un modelo donde Vox pone las palabras y usted las barniza.
Atentamente,
Javier F. Ferrero
Director de Spanish revolution
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