Cualquiera de nosotros de niño ha cogido sin ningún reparo bichos que sólo de imaginarlos ahora se nos pondría la carne de gallina. Y en este sentido, algunos recordaréis aquellas jaulas para grillos que se hacían con dos rodajas de tapón de corcho y unos alfileres clavados a modo de barrotes o las latas con agujeros. Se metía dentro al pobre grillo y... ¡a cantar! En algunas zonas era una costumbre muy corriente tener un grillo en casa y deleitarse con sus trinos.
Una nueva entrega de "Los sonidos de la Naturaleza" que hará las delicias de quienes aman a los animales:
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