DEL JALÓN A LA PATAGONIA (by B.S.) -Parte 6-


Era lugar adecuado para usar los baños y contemplar un pequeño museo faunistíco de la zona. Zorros, ñandús (avestruces) liebres patagónicas, vizcachas,  serpientes, aves, etc.

De nuevo en el autocar proseguimos, siempre con las amenas explicaciones del guía y el  repique de las piedrecitas en los bajos del vehículo. Al pasar próximos al Golfo de San José, el guía nos hizo observar una pequeña isla que había en medio. Nos dijo que vista la isla desde un avión parecía que una boa se tragara un elefante. Esa imagen es la que el experimentado piloto  Antoine de Saint Exupéry describió en su libro “El Principito”. Pronto llegamos a Punta Norte. Allí, desde una cierta altura, vimos a los elefantes marinos tomando sus sesiones de rayos solares y, de vez en cuando, arrastrándose poco a poco hasta meterse en el  agua.

Después nos condujeron a la Caleta Valdés y allí pudimos ver y hasta casi tocar a los pingüinos magallanicos que, con cara angelical caminaban unos o empollaban (incubaban)  un huevo otros. Al otro lado de la cala, numerosos lobos de mar entraban o salían del mar. Por suerte para ellos, ese día, al menos en el tiempo que nosotros los contemplamos, ninguna orca los atacó como parece ocurre muchas veces.

Ya se hacía medio día cuando nos llevaron a Puerto Pirámides en el Golfo Nuevo. Se nos dijo que debíamos aprovechar para almorzar ya que el estado de la mar había aconsejado no embarcar aquella mañana para ver las ballenas. No obstante se nos informó de que para las cuatro de la tarde se pronosticaba poder navegar e ir  al avistamiento.

Comimos, tomamos café y sobre las cuatro de la tarde ya nos colocaron el chaleco salvavidas y nos encaminamos a la embarcación. Más que un barco era una lancha posicionada en un transportín metálico enganchada con un timón largo a un tractor-oruga. Cuando hubimos subido comenzó a rodar el tractor en dirección al mar y cuando la lancha comenzó a flotar se soltaron los artilugios que la amarraban. El tractor salio del agua y nuestra lancha zarpó por el Golfo Nuevo hacia donde los cuatro miembros de la tripulación (capitán, ayudante, fotógrafo-guía en castellano y guía en inglés) sabían que estaban las ballenas.

En un momento dado, en uno de los costados de la lancha apareció lo que creímos era una ballena. La tripulación nos dijo que se trataba del ballenato el cual había nacido en aquel lugar y  al que la ballena madre estaba alimentando con 250 litros de leche diarios. Nos dijeron que la ballena saldría mas tarde ya que tiene más capacidad de mantenerse más tiempo dentro del agua. Efectivamente, salió la ballena. Era una cosa enorme que tras respirar volvió a esconderse dentro del agua. Según el guía, cuando llegan en mayo las ballenas pesan unas 50 toneladas. Unas llegan embarazadas y otras buscando el apareamiento. Las que buscar “amor” no se contentan con un solo macho sino que ponen en actividad a varios, incluso hasta catorce algunas veces. Las que vienen a parir, lo hacen y desde que alumbran a su hijo se dedican completamente a su crianza sin comer nada en absoluto rebajando su peso a la mitad, esto es, a 25 toneladas. El ballenato no mama. Simplemente da un cabezazo en el vientre a su madre y ésta abre unas glándulas por las que expulsa la leche en forma de bola en un estado tan espeso que se mantiene sin disolverse en el agua hasta que es alcanzada la bola  y tragada por el ballenato.

La lancha se acercaba a las ballenas que salían a respirar y estas ni se inmutaban. Así una tras otra. Veríamos seis o siete y eso que ya se habían marchado algunas pues para finales de diciembre todo más lo hace la totalidad.


Ya se ponía el sol cuando volvimos a tierra donde el mismo tractor nos esperaba metido en el agua.

No hay comentarios: