En los años de la postguerra, según las órdenes cursadas por el Ministerio de Educación y Descanso, el día de San Pedro era uno de los días de las fiestas de guardar, además de los domingos.
Coincidía este día con tiempo de enormes tormentas, con nubes blancas y negras que salían de detrás del Moncayo, y que solían descargar pedregadas.
Dado que sobre el día de San Juan se habían arrancado y "estorronado" los ajos, y después de dos día de solana, habían sido repasados y engavillados, mantenerlos en el campo era una temeridad, ya que de caer granizo, o simplemente llover, destrozaban o ennegrecían las cabezas de tan valiosa cosecha.
Los “ajeros”, a pesar del castigo que se les imponía si los cogía la guardia civil, salían con su carro al campo a acarrear y poner los ajos a buen recaudo. Lo solían hacer en cuadrilla, y de madrugada, para acabar la faena lo antes posible. Mientras solamente un arriero conducía el carro hacía el pueblo, el resto se dispersaba por los campos de manera camuflada para no ser vistos.
La guardia civil también salía al campo ese día, pero “de caza”. De caza de todo ajero que se saltase el “descanso”. Arriero que cogían, multa que le ponían, aparte de la bronca previa, el reproche por trabajar “en un día festivo”y alguna ostia dispersa. Así eran aquellos San Pedros.
(Colab. B.S.)
(Colab. B.S.)
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