-Yo no vengo de ahí.
David, que desconocí la filiación de su amigo, creía que le estaba tomando el pelo y le contestó:
-¡Ah! ¿No? ¿De dónde vienes entonces?
- De Adán y Eva, contestó rotundamente, y se largó.
Era, por tanto, un creacionista. San Agustín (S. V d.n.e.) tuvo algo que ver con esta idea y ya, en su "La ciudad de Dios", postula que el hombre no ha cambiado, que está exento de transformaciones, es decir, que desde la creación hasta la muerte el hombre es el mismo. Que somos los únicos seres racionales, aunque el resto de animales también tienen alma. Así lo enseñó la tradición judeo-cristiana y así lo defienden muchos grupos religiosos en todo el mundo, pasándose la ciencia por el arco del triunfo. Hay también otras teorías que comentaré en otra ocasión.
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