ZARAGOZA SIGLO XX (3)

 








El golpe de Estado encabezado por el general Miguel Primo de Rivera (septiembre de 1923) inicia una dictadura de siete años de duración, que pretenderá poner fin a este estado de cosas. Se trata de un periodo de contrastes, que combina el restablecimiento del orden social (mediante la represión del movimiento obrero) y la bonanza económica, que en Zaragoza se percibe claramente a través del auge del comercio, la banca y las industrias agroalimentarias y metalúrgicas. También se realizan numerosas obras públicas, que modificarán sustancialmente la fisonomía urbana: se cubre un tramo del río Huerva, naciendo así la Gran Vía, se urbaniza la zona de Santa Engracia y se construyen numerosos edificios, algunos de ellos emblemáticos, como las sedes de Correos y Telefónica, la prisión de Torrero, el colegio Joaquín Costa, la Academia General Militar, el Mercado de Pescados o el gran parque, verdadero pulmón de la ciudad, que todavía recuerda el nombre del dictador.


El elevado endeudamiento municipal provocado por estas obras públicas fue asumido por los nuevos concejales republicanos, elegidos democráticamente el 12 de abril de 1931. Pese a ello, los ayuntamientos republicanos abordaron tres grandes proyectos: la dotación de servicios de agua y alcantarillado a los barrios obreros formados en las décadas anteriores (San José o Delicias, por ejemplo), la pavimentación y planificación del desarrollo futuro de la ciudad, con la aprobación en 1934 del Plan General de Ensanche de las zonas de Miralbueno y Miraflores, ideado por el arquitecto Miguel Ángel Navarro. El comienzo de la construcción de la Ciudad Universitaria fue quizás la transformación urbanística más importante entre las iniciadas en los años 30. Este periodo de gobierno republicano fue breve (apenas cinco años), pero marcado por una intensa vida social y cultural: por primera vez cobran protagonismo partidos políticos representativos, sindicatos de trabajadores o colectivos tradicionalmente marginados como la mujer. Este enriquecimiento y la aparición en escena de las reivindicaciones populares provocó nuevas tensiones y luchas sociales, cuya principal expresión fue la huelga (la más importante fue la llamada "de los 36 días", que iniciada el 5 de abril y concluida el 9 de mayo de 1934, mantuvo totalmente paralizada la ciudad).

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